Opinión / Envenenado

¿Quién no quiere pan y circo?

Por: Luis Rodríguez Zerpa

Ha empezado el Mundial de Fútbol en Rusia. Este mes, como cada cuatro años, nos entregamos a la bacanal del fútbol, al desnalgue del deporte, al arte del balón. ¿Cómo no hacerlo? El fútbol une naciones al enfrentarlas en igualdad de condiciones: 11 contra 11 durante el tiempo reglamentario. El único diplomático es el árbitro, que con su ojo vigilante castiga cualquier crimen que tome lugar en la cancha; aunque, ¡cuidado!, que hasta un diplomático puede equivocarse, eso harto lo sabemos. Cualquier error, sin embargo, puede ser perdonado en este festival deportivo; total, somos todos hermanos, estamos todos en paz. En el mundial tanto jugadores como aficionados somos bastante complacientes en lo que se refiere a perdón. Así fue, así es y así será.

 

Perdonamos todo porque el deporte está al margen de la ideología. Nada tiene que ver deporte con política. Mundos aparte que no han de unirse, ¿cierto? Los mundiales son flamantes expositores de esta máxima. Nadie le puede quitar a Italia su primer mundial, ganado con una Azurri que incluía a Luis Monti –jugador argentino que había perdido la final anterior vistiendo el uniforme albiceleste (amenazado en ambas finales por el mismísimo Mussolini, cabe mencionar)– y bajo los ojos atentos de Il Duce y de los árbitros cómplices. (Son humanos después de todo, y a los humanos nos gusta que no nos maten por un juego de fútbol, nadie quiere terminar como Andrés Escobar). Nada tenía que ver la dictadura brasileña con el maravilloso equipo del ´70 (vamos, ¿quién le dice que no a Pelé?, ¿qué son unos cuántos presos políticos frente al más grande?), y para nada es relevante señalar que cerca de la sede de la final del mundial de Argentina 78, disputada entre los locales y los holandeses, había un campo de concentración de esos que se especializaban en tortura y desaparición de subversivos. (Cruyff no jugó en ese mundial, pero no se confundan, se cansó de decir que nada tenía que ver su ausencia ni con la dictadura argentina ni con los “alegados” abusos de derechos humanos que esta cometía).

 

Entonces, si nada de esto tiene que ver con el Mundial, si lo único que importa es la nobleza del deporte, ¿por qué habría de ser macabro ver a Gianni Infantino, presidente de la FIFA, sentado entre el príncipe de Arabia Saudita, Mohammad bin Salmán, y el súper macho autoritativo-democrático presidente de Rusia, Vladimir Putin? Tampoco es necesario señalar las evidentes restricciones a la libertad de expresión en Rusia o el maltrato sistemático que sufre su comunidad LGBT, ni los crímenes de guerra cometidos por Arabia Saudita en Yemen o las terribles condiciones de los presos políticos en Egipto, ni la esquiva situación parlamentaria de España o el preocupante gobierno populista en Italia (uy, perdón, verdad que no clasificaron, no me aguanté). Lo que importa es el deporte, lo que importa es que podemos ver quién es el mejor haciendo goles, independientemente de cuáles o cuántos derechos humanos violenten como estado nacional (podemos hacer otro torneo para eso, se necesitan patrocinantes por supuesto, y algo me hace pensar que ni Coca-Cola ni McDonald’s van a estar interesados, a ellos también les gusta eso de estar al margen de la ideología).

 

Maravilloso Mundial. No nos peleemos más, muchachos. No se puede buscar la visibilización de las tragedias en un torneo cuya razón de ser es la invisibilización del sufrimiento de sus participantes. Nos olvidamos un rato y dejamos de sentirnos culpables. “Una ficción no pide que se le crea en cuanto verdad, sino en cuanto ficción” dice Juan José Saer. Nos queda una decisión: hagamos el pacto o no lo hagamos. Esto es un show, después de todo, como casi todo en nuestro mundo. ¿Quién no quiere pan y circo? (Digo, no sé si a los presos políticos les den pan. Pero el Mordovia Arena queda en Saranks, una ciudad conocida por sus numerosas prisiones, así que tal vez alcancen a escuchar el circo).

Las opiniones emitidas en esta sección son responsabilidad absoluta de los columnistas. Su publicación no significa que elcafenoticias.com comparta el punto de vista de quien escribe.

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