Las ciudades se conocen caminando, en ese acto de integración que va con la energía de los pies y va cubriendo cada sentido, en esencia eso es el recorrido a pie, experimentar con cada sentido, la moto, el humo, la gente el vendedor, la llovizna la montaña que saluda, la acera el arte urbano y al cruzar la calle un verde que no es el de los árboles guiña seductoramente.
Si el mismísimo Gran Mariscal de Ayacucho viviera, de forma aguerrida pelearía por unos tacos de Cochinita pibil en Chacao, en la calle Sucre. Hay que llegar temprano porque el que llega temprano no solamente recoge agua clara sino que agarra puesto en la barra de Los Tres Amigos, una taquería que logra hacerte sonreír hasta en el peor de los días.
El lugar es pequeño, según la leyes físicas pero es enorme en atenciones y en sabor, frente a tus ojos la plancha muy caliente se va llenando de tortillas, y contornos de los más clásicos, al pastor, cochinita pibil, gobernador, birria. Tacos perfectos para comerlos en dos o tres mordidas, un tratamiento excepcional de los ingredientes hacen de la experiencia un momento que perdura en la memoria gustativa.
En Venezuela la disposición para abrazar gastronomías sin importar su origen es un acto rutinario, los venezolanos son mestizos para absolutamente todo, se mezcla lo salado con el dulce en casi todos los platos y pueden meter una empanada dentro de un pan. Desde 2010 la gastronomía mexicana es reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en casi todo el mundo se puede encontrar a alguien vendiendo tacos.
Sin duda mexicana pero con orígenes e historias diferentes, una margarita en los tres amigos es un estímulo para seguir viviendo y comiendo. Tamarindo o Parchita la mezcla el borde del trago es un llamado a pedir dos tres o cuatro margaritas más.
Taquería Los Tres Amigos, un lugar para volver a ir.