Gastronomía / Guayoyo

Ñame e palo y mamey

heladeria caracamacate -canoabo turistico

Del Caribe, la costa y la montaña venezolana se pueden decir muchas cosas, pero a qué huele y qué sabor tienen esas zonas, son de las características que para propios y extraños no son tan conocidas.

Redescubrir sabores se traduce en placer. Eso es lo que pasa cuando entras a la cocina de cualquier casa en Canoabo, en los Valles altos de Carabobo. Las cocinas huelen a guiso, a manteca de cochino, a café recién colado y fogón. 

La gastronomía no tiene fronteras y la dulcería criolla está influenciada por nuestro mestizaje y en ese mar de almíbares de los pueblos y las fechas especiales, ha surgido uno de los dulces más irresistibles: el helado.

En Venezuela, se remonta a los clásicos helados EFE y Tio Rico, dos de las más grandes referencias nacionales. El primero nació en La Candelaria, en la Caracas de 1926, específicamente en la casa de los esposos Espinoza Fernández, quienes con unos pocos implementos hacían sus helados de manera muy artesanal. 

En 1941 la empresa familiar había crecido y lograron abrir un local en un espacio más grande y acondicionado cerca del Puente Brión. Así fue creciendo, y en 1956 se abre la planta en la calle Adrián Rodríguez de Chacao. En 1987, Empresas Polar adquirió la mayoría de las acciones de la exitosa marca de helados.

No hace falta ir a otro país para probar un sabroso helado, uno digno de ser reconocido. En Canoabo, en la Calle Coronel se encuentra la Heladería Caramacate. Es una casa fresca, con patio y jardín interno. El viaje en el tiempo es inevitable. 

En la parte delantera de la casona venden helados con una fórmula especial. En esencia, un helado en medio del calor canoabero, es algo necesario y la oferta se transforma en algo irresistible cuando la primera opción es uno con sirope de Ñame e’ Palo, una fruta también conocida como árbol del pan o frutipan.

Esta especie tiene una gran adaptabilidad para diversas condiciones ecológicas. Crece de manera óptima en las zonas ecuatoriales y tropicales, pero puede crecer en zonas de climas templados con inviernos muy suaves.

Cuando mezclamos ese particular sabor del Ñame e’ Palo deconstruido y ahora en forma de sirope sobre un cremoso helado, entonces puedes decir que estás en Canoabo. Es un helado artesanal y por eso es una obra única de la gastronomía local. Pero, definitivamente la joya de la corona es el sirope de Mamey. Esta fruta tan tropical como la tierra en donde crece, también es conocida como el sapote o zapote colorado por su color interno.

Helado cremoso con sirope de mamey

Helado cremoso con sirope de mamey.
Fotografía: Saúl Zerpa

Pídale el helado a Maria José y tómese el tiempo de disfrutar cada cucharada de este postre, le hará suspirar y viajar en un dulzor sin precedentes. 

Todo esto no termina aquí, si realmente persigue la aventura gastronómica, pida el helado de chocolate y parchita, esta especialidad de la casa va desarrollando sabores lentamente en boca hasta mostrar los tonos intensos de la fruta de la pasión mezclados con las notas frutales y soberbias del chocolate.

Conocer la gastronomía local es un punto de crecimiento personal y colectivo. Comer conscientemente es otra manera de vivir.