Algunos exejecutivos de Facebook han dicho que usaron el manual de la industria del tabaco para diseñar productos adictivos. Es posible que esta señal de una luz para establecer límites en el uso de plataformas digitales.
A finales de septiembre, el exdirector de monetización de Facebook, Tim Kendall dio un testimonio ante el Congreso que sugirió una nueva forma de ver los efectos nocivos del sitio sobre la sociedad.
Él describió los objetivos gemelos de Facebook: hacerse rentable y tratar de controlar un creciente lío de desinformación y conspiración. Kendall comparó las redes sociales con la industria tabacalera. Ambos se han centrado en aumentar la capacidad de adicción.
«Permitir que la información errónea, las teorías de la conspiración y las noticias falsas prosperen eran como los broncodilatadores de Big Tobacco, que permitían que el humo del cigarrillo cubriera una mayor superficie de los pulmones», dijo.
La comparación es más que metafórica. Es un marco para pensar en cómo la opinión pública debe cambiar para que se puedan medir los verdaderos costos de la desinformación y se puedan cambiar las políticas.
Las acciones individuales afectan a todo el entorno. En las décadas de los 80 y 90, reducir la industria tabacalera no era una opción y el argumento de las grandes empresas era que fumar era una decisión individual, cada persona asume el riesgo de encender un cigarrillo.
La lucha por la regulación del tabaco tuvo que basar su estrategia en los daños colaterales que producía el humo, ser un fumador pasivo y tener que respirar el humo de los que deciden fumar fue el detonante para desmontar el mito de que el tabaquismo afecta única y exclusivamente a la persona fumadora, por el contrario afecta a todo el entorno.
Como el humo que genera el cigarrillo de la persona de al lado, la desinformación daña la calidad de la vida pública.
Toda teoría de la conspiración, toda campaña de propaganda o desinformación afecta a las personas, y el gasto de no responder puede aumentar exponencialmente con el tiempo.
Desde las elecciones estadounidenses de 2016, las salas de redacción, las empresas de tecnología, las organizaciones de la sociedad civil, los políticos, los educadores y los investigadores han estado trabajando para poner en cuarentena la propagación viral de información errónea.
Los verdaderos costos se han transferido a ellos y a la gente común que depende de las redes sociales para obtener noticias e información.