Conozco la independencia de primera mano, la sufrí en mis entrañas. Traiciones, masacres y mucha fuerza gestaron en mi lo que soy hoy. Un día antes de mi cumpleaños el día ha estado gris, quizá para tomar un respiro en medio de la pandemia que cobra fuerza.
Aunque gobernantes y algunos grupos sociales se han empeñado en dañarme, siempre tengo una sonrisa fugaz para mostrar lo mejor de mi, hoy se interesan por el origen de mis calles, rincones y recovecos, los que antes nadie veía; los parque nacionales llenos de cumbres, que como brazos protectores me rodean, están repletos de caminantes y amantes de la naturaleza.
Fui la ciudad industrial, me criaron para albergar empresarios y trabajadores. Luego de 466 años hay más poetas, músicos y fotógrafos que trabajadores en una línea de producción automotriz, extraño mi actividad comercial, pero todo tiene un límite.
¿Cuánta contaminación puede seguir soportando el Río Cabriales y la Laguna de Tacarigua? Soy la novia del sol, como dice la canción. Corren tiempos difíciles pero se deben aprovechar al máximo, todos los ciclos naturales traen beneficios.
Nadie sabe decirme cuando nací realmente, porque el desastre político en mis tierras es de vieja data, pero los expertos aseguran que fue entre 1552 y 1560, la fecha no importa, no lo recuerdo, lo más interesante es que celebren que estoy aquí, y que puedo ayudar a levantar todo un país como ya lo he logrado antes en el campo de batalla aquel 24 de junio.
Tengo majestuosos escenarios donde he albergado a los más aclamados artistas de Latinoamérica y el mundo, todavía parece que escucho las notas de Samba Pa ti de Carlitos Santana en La Monumental o la guitarra desenfrenada de Gustavo Cerati en el Forum y en el Club Italo, la Hermandad Gallega a reventar escuchando a Café Tacuba, solo por nombrar algunos.
Gracias por celebrar mi cumpleaños, los invito a que celebren en sus casas para que se resguarden de la COVID-19, pídanle una pizza por delivery a Armando en el Oh Que bueno o a la Toscana, pero todos a buen resguardo.