«Mira que bonito tiene, la chinita los ojitos». Suena El Gran Combo de Puerto Rico para decirte que estás en la capital de Venezuela. Así funcionan los lenguajes expresados en la mesa de El Bosque Bistró.
Los clientes disfrutan más las experiencias que el propio plato que tienen en la mesa, que no es poca cosa. En el Bosque no hay espacio para comprender a primera vista lo que va a pasar. Te recibe Ivan Garcia, el chef, para verificar la reservación, y a pie de acera en la noche caraqueña la gente mayor pasea dos perritos mientras que las golondrinas vuelan entrelazadas en las frutas de la granada en el techo del restaurante. ¿Surreal? No, muy real.
En el extremo del salón se puede ver una parte de cómo funciona la cocina. La campana suena para que empiecen a llegar las opciones.
La armonía es premisa y. como en la vida misma, dependerá de los ingredientes. Así que antes de «comerte a Venezuela», como se explica en el menú degustación, los encargados de la atención a la mesa hacen una pregunta clave:«¿con o sin armonía». La recomendación es responder como en un capítulo de The Bear «Sí, chef».
Todos las preparaciones tienen el sello de un producto venezolano o fabricado por manos venezolanas en otras latitudes. Desde el ají margariteño, pasando por un Vuelve a la Vida, el ron Santa Teresa 1796, vino amazónico de Manaca, para llegar al copoazú, hasta la dulzura de una hidromiel con tonos de miel que viaja desde el borde de la Gran Sabana, «El Abismo», una meseta que está a 1.053 metros de altura, al sur, muy cerca de El Pauji.
El primer plato del menú degustación se come todo con la mano, y es una oda al ají venezolano. Darle valor a los productos y productores nacionales es la bandera en El Bosque. La degustación incluye preparaciones como la punta trasera trasera madurada con jugo de kumache y hormigas limoneras; Vuelve a la Vida con gelatina de ron, es una forma de sumergirse en el Caribe.
Las ciruelas e higos, preparados bajo la técnica de la lactofermentación, son los acompañantes perfectos de un Pork Belly emplatado en las nubes de Calder, que pueden hacer volar a cualquiera. La conceptualización que mezcla distintas tipologías -platos, ingredientes, procesos cruzados- es una de las características que hace despertar emociones en el visitante.
La espuma de manzanilla con helado de palo santo, dulce de leche cortada, polen, hojas cítricas y leche tostada abanderó a los postres, para seguir con el árbol de la vida y la muerte de Chuao, coronado con un postre que no podía ser otra cosa que un homenaje el cacao y al chocolate.
Flores, recuerdos, dulce, ácido, amargo, crujiente, venezolano.
La armonía cierra con un trago de Ron Santa Teresa 1796.