Cuando alguien imagina un programa de cocina convencional siempre ve un lugar amplio con los platos muy blancos, todo con una pulcritud casi inimaginable. La toma cenital perfecta y la luz calculada para que todos y cada uno de los elementos en escena sean de ensueño. Pero no siempre es así.
La irreverencia frente a lo clásico llevó a Anthony Bourdain, a ser uno de los cocineros más mediáticos. Con un desparpajo por conocer en profundidad el origen de las comidas en su esencia local, lo hacían un narrador diferente en la cotidianidad del mundo.
Bourdain fue encontrado muerto a los 61 años y los primeros indicios apuntan a un suicidio.
Lo primero que buscaba en un lugar era la cerveza, siempre acompañado de una caja de cigarrillos. Quizá la vida que muchos quieren tener: viajes, comida y mucho licor.
La cocina es un escenario, y Anthony Bourdain tenía mucho Rock n Roll en su forma de vivir, por eso el puesto que hoy tiene dentro del mundo gastronómico es el de leyenda.
«La vida sin caldo de ternera, grasa de cerdo, salchichas o un buen queso apestoso es una vida que no vale la pena vivir».