El Tribunal Supremo de Brasil decidió el pasado jueves que los actos de homofobia y transfobia serán considerados delitos y tendrán el mismo trato penal que el racismo, con penas de hasta cinco años de prisión.
La decisión se toma en medio del mes del orgullo LGBT. Esta decisión es válida hasta que el Congreso apruebe una ley específica.
El presidente, Jair Bolsonaro, se ha declarado como un “homófobo orgulloso”. «La decisión del Supremo fue equivocada», afirmó el presidente durante un desayuno con periodistas, argumentó que ahora una persona LGBT puede tener más dificultad en encontrar trabajo, pues el jefe se asustará con la posibilidad de ser falsamente acusado de discriminación si el futuro empleado es despedido un día. El presidente llegó a decir que el Supremo ha creado «una escisión de lucha de clases».
Al menos 320 personas LGBT han sido víctimas fatales de la homofobia en el país en 2018 y 126 asesinatos ya se registraron hasta junio de 2019, de acuerdo con el Grupo Gay de Bahía (GGB), la más antigua asociación brasileña en pro de los derechos de la comunidad.
Entre el 2011 y el 2018, se registró una muerte por homofobia cada 16 horas, de acuerdo con un informe solicitado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Brasil también es el país más peligroso del mundo para ser transgénero, según el proyecto Trans Murder Monitoring, con al menos 167 personas asesinadas en los 12 meses anteriores a septiembre de 2018.
La expectativa de vida de una persona trans o travesti es de 35 años. Sólo en 2019, el número de asesinatos como consecuencia de la transfobia ha llegado a 123; 65 asesinatos de travestis y 53 de mujeres transexuales.